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Poesía y memoria 3: Los Palacios de la memoria

Sabemos que cuanto mejor conozca el poeta el Arte de la memoria, mayor capacidad tendrá para la creación de imágenes efectivas. No debe conocer sólo el modo en que determinadas palabras evocan determinadas imágenes en nuestra imaginación, sinó también cómo determinadas imágenes invocan determinadas palabras en nuestra memoria. Esto último es imposible sin conocer la técnica cuya invención se atribuye a Simónides de Ceos: Los palacios de la memoria. Y es imposible conocer los resultados de esta técnica sin ponerla en práctica, así que es el lector quien debe experimentarla por si mismo , y no limitarse a leer las explicaciones de quien ya la ha practicado.

Los Palacios de la memoria son los cimientos en los que se apoya todo el Arte de la Memoria. Consiste en crear una memoria artificial en la que nuestra imaginación sustituye a la memoria natural, basándose en el descubrimiento de Simónides de que la información visual se almacena mucho mejor que la verbal. Por tanto, es esencial que el que la practique visualice realmente todo lo que debe imaginar. Aprender esta técnica lleva unas pocas horas y, con ella recién aprendida, es fácil memorizar una lista de treinta palabras de una sola lectura y ser capaz de recitarlas en orden o del revés, tanto al cabo de cinco minutos como al cabo de dos días sin siquiera repasarlas. Con un poco de práctica, requiere el mismo esfuerzo (casi nulo) hacer lo mismo con listas de cien o doscientas palabras. Y con cierta habilidad, la cantidad de palabras a memorizar puede ser ilimitada. Veamos en qué consiste esta sencilla técnica que da tan sorprendentes (y, hasta que no se practica, casi increíbles) resultados:

Lo primero que debemos hacer es elegir un lugar que conozcamos bien. La propia casa en la que vive uno, o la casa de la infancia, son buenos lugares para empezar. Debemos recorrerla mentalmente y ser capaces de ver con claridad cualquier rincón que nos propongamos, ser capaces de describir qué hay como si estuviéramos allí. Una vez recorrida la casa y comprobado que la recordamos bien, Volveremos a recorrerla, pero esta vez la recorreremos de tal modo que, siempre que regresemos a ella mentalmente haremos la misma ruta. En cada una de las habitaciones escogeremos cinco lugares (loci en latín) que también revisaremos siempre en el mismo orden. Por ejemplo, si yo decido empezar el recorrido en el comedor de mi casa, siempre empezaré por ahí. Decido también que siempre avanzaré en el sentido de las agujas del reloj, así que el primer locus que me encuentro es una maceta con una palmera, luego el sofá, luego una mesita con un teléfono,  luego la tele y finalmente la mesa de cristal. Naturalmente, hay otras muchas cosas en mi comedor, pero yo sólo me he fijado en las cinco que más me llaman la atención, y desde ahora, cada vez que haga el recorrido mental, volveré a fijarme en estos cinco loci. Tras hacer lo mismo en cada habitación (supongamos que comedor, cocina, lavabo, dormitorio, estudio, sala de estar y recibidor) tendremos treinta loci distintos. Ahora vamos ahora a memorizar treinta palabras distintas en esos loci.

La segunda parte de los Palacios de la Memoria consiste en convertir cada una de las palabras que tenemos que memorizar en imágenes, y repetir nuestro recorrido mental depositando cada una de esas imágenes en el loci correspondiente. Cuando hayamos colocado las treinta palabras, en orden, en los treinta loci, solo tenemos que empezar el recorrido de nuevo y mirar qué imagen hemos dejado en cada loci. Cuando veamos la imagen, automáticamente, acudirá la palabra correspondiente a nuestra memoria. Pero no todas las imágenes son buenas para ser recordadas. Cuanto más habituales sean menos las recordaremos. Si, por el contrario, son llamativas, no tendremos dificultad alguna en recordarlas. Si yo debo memorizar, por ejemplo, las palabras zapatomoscateléfonomuerte y melón y memorizo un zapato junto a mi palmera, una mosca posada en el sofá , un teléfono en la mesita donde tengo el teléfono, un muerto en la tele y un melón sobre la mesa, todas ellas cosas muy comunes y que fácilmente podrían darse en la realidad, nos pasarán tan desapercibidas como nos pasarían de estar ahí en realidad. En cambio, como en la vida, lo inhabitual se nos queda clavado en la memoria: En el primer locus, mi palmera, visualizo cómo empieza a dar frutos en forma de zapato, el sofá, en vez de su tapiz habitual está forrado de alas de mosca, la mesita del teléfono apenas resiste el peso de un teléfono de casi un metro de altura, en lugar de la tele, ahora veo una gran calavera a través de cuya boca abierta se ve el telediario, y la mesa de cristal está llena de melones que ruedan y caen al suelo. Todas esas imágenes volverán inmediatamente a mi mente cuando recorra de nuevo la casa. Y lo sorprendente no es eso, sino que cada vez que recupere la imagen de un locus, la palabra exacta acudirá a mi mente. No acudirán sinónimos, ni me quedaré en blanco ante lo extravagante de la imagen, sino que sabré de inmediato cual era la palabra.

Cuanto más surrealista sea una imagen, mejor grabada quedará en nuestra memoria

Reproduzco a continuación los consejos que distintos tratadistas han dado para la consecución de imágenes eficaces:

-Las imágenes que implican a uno mismo o a algún ser querido son sumamente eficaces. También lo son las de contenido erótico. Es decir, cuanto mayor sea nuestra reacción emocional ante la imagen, más grabada se nos quedará (como el sofá forrado de alas de mosca, que produce una inevitable repulsión)

-Lo que va contra las normas de lo habitual, de la lógica o del sentido común queda grabado con fuego (exagerar el tamaño o la pequeñez, como el teléfono, la cantidad, como los melones, alterar la lógica como la palmera que da zapatos)

-Las imágenes en las que se produce movimiento se recuerdan mejor que las estáticas.

-La primera imagen que acude a nuestro inconsciente, si cumple con los otros requisitos, suele garantizar el vínculo emocional necesario para recordarla (como, en mi caso, la calavera al oír la palabra muerte).

Antes de seguir, recomiendo al lector que cree sus propios loci y trate de memorizar su primera lista al azar, con tantas palabras como sus loci le permitan. Se sorprenderá de los resultados de su primer intento.

Esta técnica de los loci fue tan ampliamente conocida en el pasado que ha dejado incluso huellas en nuestro idioma con frases hechas como “En primer lugar… en segundo lugar…” a la hora de enumerar elementos. Además, a lo largo de la historia, se pueden rastrear sus huellas en construcciones arquitectónicas como los claustros (con sus columnatas y capiteles, perfectos para la creación de locis), o en monumentales obras literarias como la Divina Comedia de Dante, que sigue la estructura de loci e imágenes, especialmente efectiva en su Infierno, para que nadie olvide los pecados y cómo se castigan. Incluso en pleno siglo XX James Joyce (quien ha heredado los restos de esta técnica a través de su educación jesuítica) convierte Dublin en su palacio de la memoria particular para escribir su obra, en especial el Ulises. Sin embargo, el desprestigio que ha adquirido la memoria en la moderna pedagogía, análogo al desprestigio de la Retórica en la cultura moderna, sumado a los avances en la tecnología de la memoria logrados primero con la imprenta y luego en el campo de la informática (de hecho, hoy ya no hace falta recordar nada, basta con tener acceso a google) han llevado al olvido generalizado de este método cuya enseñanza se reduce hoy a cursos para fortalecer la memoria.

Dejo a continuación un video en el que se muestra el asombroso funcionamiento de esta técnica en una presentación de uno de estos cursos de memoria. No hay trampa ni cartón. Yo mismo la he utilizado obteniendo los mismos resultados en un par de días.

Imagen de previsualización de YouTube

Quien quiera más información acerca de los Palacios de la Memoria y otras reglas mnemotécnicas le recomiendo que visite www.mnemotecnia.es.

CONTINÚA EN POESÍA Y MEMORIA 4: PATRONES Y VARIACIONES

 

 

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