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Métrica Española (2): Al Andalus

Viene de

Métrica Española (1): Hispania

Tras el desplome del Imperio Romano de Occidente, aún se produce un último intento de recomponerlo desde el Imperio Oriental que queda en pie en Constantinopla, de la mano de JustinianoI y con la espada de Belisario. En este intento lograron arrebatar Mauritania y el sur de la Península Ibérica a los vándalos y mantener estos territorios en contacto con oriente a través del norte de áfrica a lo largo de los siglos VI y VII.

Pero es también durante estos siglos cuando en Arabia nace una nueva fe: el Islam. Mahoma, su profeta, logra unificar con ella las tribus dispersas de Arabia y les da en el Coran una base religiosa y jurídica suficientemente sólida como para cimentar su propia civilización. Pero esa nueva civilización quedaba encajonada justo en medio del territorio del Imperio de Oriente: Bizancio, ya en franca decadencia. Si el Islam quería sobrevivir y mantener su independencia debía aprovechar la debilidad de su Imperio vecino y expandirse. Y eso hizo:

En menos de un siglo el Islam se convirtió en el Imperio más poderoso de cuantos existían y conquistó las tierras al sur del Mediterráneo que iban desde Asia hasta el Estrecho de Gibraltar. Para los habitantes de aquellos territorios, que el decadente imperio bizantino fuese sustituído por el floreciente Islam debió ser más un alivio que una tragedia, y la mayoría de esos pueblos abrazaron el Islam sin oponer resistencia alguna. En el año 711, le tocó el turno a la Península Ibérica y ésta pasó a manos del Islam en su práctica totalidad, adoptando el territorio musulmán el nombre de Al Andalus.

Con la llegada del árabe, en Al Andalus se produce una convivencia lingüística en régimen de diglosia: En primer lugar, el Islam considera que el Corán solamente es verdadero si es leído en lengua árabe, por lo que todo musulman que se precie debe conocer esa lengua. Aún hoy, en la mayoría de los países musulmanes, sus propios idiomas conviven en régimen de diglosia con el árabe de un modo muy parecido a como debió convivir con el romance de Al Andalus. En segundo lugar, como consecuencia de este hecho y a diferencia de lo que ocurría en territorio cristiano, los índices de analfabetismo eran extraordinariamente bajos. La mayoría de los musulmanes, sin importar su clase social, sabían leer y escribir árabe.

Al principio Al Andalus no era más que la provincia del Islam más alejada de la capital: Damasco. Por eso cuando la Dinastía Omeya es exterminada en la capital y sólo el joven heredero Abderraman escapa, por los pelos, de la masacre, éste acaba ocultándose en la Península Ibérica, y poco después, apoyado por los bereberes (la propia madre de Abderraman era una esclava berebere cristiana llevada a Damasco) se erige Emir de Al Andalus, provocando la primera escisión política del Islam. Abderramán I corta el cordon umbilical con la nueva capital del Islam: Bagdad, pero aún siente la nostalgia del oriente que expresa en el siguiente poema surgido de su propio puño y letra:

Tu también eres ¡oh palma!

en este suelo extranjera.

Llora, pues; mas siendo muda,

¿cómo has de llorar mis penas?

Tú no sientes, cual yo siento,

el martirio de la ausencia.

Si tú pudieras sentir,

amargo llanto vertieras.

A tus hermanas de Oriente

mandarías tristes quejas,

a las palmas que el Éufrates

con sus claras ondas riega.

Pero tú olvidas la patria,

a la par que la recuerdas;

la patria de donde Abbas

y el hado adverso me alejan

Abderraman I

La siguiente generación, en cambio, ya sentirá el suelo de Al Andalus como su propia patria, y la cultura andalusí seguirá su propio camino. La poesía clásica árabe la componían las qasidas, largos poemas monorrimos que recreaban el estilo de vida nómada pre-islámico. Pero con la ruptura de Aberraman I con Bagdad, haciendo de Al Andalus un emirato independiente, los andalusíes dejan de sentir progresivamente un vínculo con las qasidas y buscan otras formas poéticas más cercanas a su modo de vida.

Las canciones en al-Andalus eran «al estilo de los cristianos o eran al estilo de los camelleros árabes según el musicólogo al-Tīfāšī (siglo XIII), pero la situación cambio ya en época de ‘Abd al-Ramān I, que compró a una famosísima cantora Al-Afā’, cuyo canto encandilaba de tal forma que hacía olvidar su poco agraciada figura. Su nieto al-akam I (796-852) hace traer cantores y cantoras de la escuela iraquí, ya que Bagdad ha heredado y desarrollado la música del Hiāz, aunque Medina sigue teniendo prestigio como escuela de canto. Al-akam reúne en tertulia a estos cantores que entonan fragmentos de casidas orientales cuya melodía crean y recrean. Uno de estos cantores de al-akam  Salīm, intenta incluso unir la música europea y la árabe, como veremos al hablar de la moaxaja. Literatura hispano-árabe, Mª Jesús Rubiera Mata

En este contexto llega a la península, descifrada por el bereber Abbas Ibn Firnas, el libro de prosodia de Al Jalil, en el que se establecen las leyes de la métrica clásica para el árabe. Y, al mismo tiempo, empieza a ser conocida en Al Andalus la Retórica de Aristóteles. La importancia de estos dos hechos la podemos comprobar en las palabras que siglos después escribe Averroes, cuando comenta, precisamente, la Poética aristotélica:

Dice [Aristóteles]: Al igual que las personas se representan imaginariamente y se imitan de manera natural unas a otras con acciones, como la imitación que hacen unas de otras por medio de colores, figuras y sonidos, lo cual se lleva a efecto gracias a una técnica o una facultad existente en los imitadores, o bien por habituación previa en esta cuestión, así también se produce en ellos de manera natural la imitación a través de la palabra. La representación imaginaria y la imitación se realiza en los discursos poéticos por medio de tres elementos: de las melodías armónicas (al-nagam al-mutaffiqa) del metro (wazn) y de la propia comparación (tashbih). Estos elementos pueden darse por separado, caso de las melodías en los instrumentos de viento, el metro en la danza y la imitación en la expresión verbal, me refiero a los discursos imaginarios sin metro. También pueden reunirse estos tres elementos, como sucede entre nosotros, en el género denominado moaxajas y zéjeles, que son poemas inventados en este idioma [el árabe] por los habitantes de esta península [Al Andalus], puesto que los poemas naturales son los que reúnen los tres elementos, y las cuestiones naturales las producen las naciones naturales. Y es que en la poesía de los árabes no existe melodía, sino únicamente metro, o metro e imitación. Siendo esto así, las artes de la imaginación, o las que tienen como función la representación imaginaria, son tres: el arte de la melodía, el arte del metro y el arte de los discursos miméticos, que es la disciplina lógica de la que nos ocupamos en este libro.(§1477a1827 en la Paráfrasis del libro de la PoéticaAverroes)

Merece este párrafo varias aclaraciones: la primera, que debemos entender el término imitación tal como lo usó el propio Aristóteles: como mímesis. La segunda, que cuando Averroes dice: las cuestiones naturales las producen las naciones naturales  está utilizando la capacidad de producir poesía de una nación como prueba de que los habitantes de esa nación sienten sus fronteras como algo lógico, y no impuesto. Véase lo que dice José Miguel Puerta a este respecto:

Averroes considera a los andalusíes como una de las naciones “naturales” frente a los ‘arab, a los que más tarde tacha de no ser una nación “natural” por su desmesurada afición a las fábulas y a los relatos ficticios en contraposición con los griegos, más interesados, según él, por la verdad; esto nos induce a entender que su concepto de “poesía natural”, o la producida por los pueblos naturales, viene a ser la poesía completa, bien hecha y éticamente válida y adecuada a sus propios fines, que es para él la auténtica poesía; por ello, critica a los poetas modernos por su “no naturalidad, es decir, por haberse apartado en su opinión, de los principios coránicos y de los valores morales, pedagógicos y políticos que deben guiar la poesía. Poniendo este concepto en paralelo con la oposición clásica entre nomadismo y sedentarismo, resulta que la “poesía natural” aparece unida a sociedades avanzadas, como la de los griegos y los andalusíes que, desde su punto de vista, formaron estados superando el individualismo tribal de los ‘arab y desarrollando virtudes urbanas. Esta idea contrasta, sin embargo, con la de Ibn Jaldun, para quien la sociedad pura era la nómada pre-ciudadana, mientras que el desarrollo urbano acarrea el germen del vicio y la decadencia.Notas a la traducción de la Paráfrasis del libro de la Poética de Aristótelesde José Miguel Puerta Vílchez

De Aristóteles aprenden los poetas andalusíes, de forma sistemática, la metáfora, la metonimia, y en definitiva todos los tropos codificados por la retórica grecolatina. Y no sólo eso, sino que extraen de ella una poética que, como vemos en Averroes, les permite plasmar su sentimiento nacional casi en los mismos términos con los que los nacionalismos modernos, a los que precedían en más de un milenio, proclaman el volksgeist. Pero Aristóteles menciona tres elementos que debe reunir la poesía: melodía, metro e imitación. La imitación la aprenden de la propia retórica aristotélica, con los tropos grecolatinos. La métrica que necesitan para su lengua árabe, que Aristóteles no les puede dar, la extraen del libro de prosodia de Al Jalil, descifrado por Abbas Ibn Firnas en el siglo. Se trata, al igual que en el latín, de una métrica cuantitativa pero un poeta hebreo llamado Dunash ben Labrat adapta la métrica hebrea (acentuál) a la árabe, generando una encarnizada polémica entre sus contemporáneos acerca de si tal adaptación desnaturalizaba o no el idioma hebreo, que debía forzar su acentuación, en ocasiones, para encajar en tales esquemas. Casi de forma simultanea a Dunash ben Labrat, en Córdoba, San Eulogio redescubre la métrica latina en un libro del que sólo nos han llegado referencias. Lo más curioso de este descubrimiento es que esa métrica se hubiese olvidado, ya que el latín se había utilizado ininterrumpidamente para la escritura desde los tiempos del Imperio Romano. Pero como ya hemos visto, el latín hablado había perdido ya, muchos siglos atrás, las vocales largas y breves, y había sido sometido a un lento proceso de transformación que lo había convertido de facto en un idioma acentuál y, finalmente, en las propias lenguas romances, incapaces por sí mismas de absorver una métrica latina basada en las cantidades, y no en los acentos. Así que no es difícil pensar que, al igual que hizo con Dunash ben Labrat para el hebreo, la métrica árabe hubiera podido servir de puente a San Eulogio para redescubrir la métrica cuantitativa latina (algo que el propio San Eulogio, que combatió toda su vida contra el Islam encarnizadamente, jamás hubiera reconocido).

Hemos visto ya de donde sacan los andalusíes dos de los tres requisitos aristotélicos para que algo pueda ser llamado poesía: imitación y metro. ¿Pero qué ocurre con el tercer requisito, la melodía?, ¿de dónde lo sacan los poetas andalusíes? La respuesta nos la da Ibn Bassām:

También pueden reunirse estos tres elementos, como sucede entre nosotros, en el género denominado moaxajas y zéjeles, que son poemas inventados en este idioma [el árabe] por los habitantes de esta península [Al Andalus] La moaxaja fue una estrofa inventada, según dice la tradición, por Muqaddan Ibn Muafa, el Ciego de Cabra, que
los hacía sobre hemistiquios de los poemas [árabes], aunque la mayor parte de ellos eran metros descuidados e inusuales y tomaba una expresión en lengua vulgar [árabe dialectal andalusí] o en lengua no-árabe [romance] que llamaba markaz y ponía sobre ella la moaxaja sin intercalación (tmin), ni mudanzas (gusn). (Dajīra de Ibn Bassām)

 

Fragmento de una moaxaja de Ibn Zamrak

Las moaxajas tomaban estribillos de canciones populares cantadas por los cristianos y, por lo tanto, en romance, y sobre estos estribillos se construía todo un poema en árabe. Esos estribillos, conocidos como Jarchas, son las muestras escritas más antiguas de una lengua romance europea. Pero al ser recogidos por poetas árabes, esas letras romances están escritas en alfabeto árabe (lo que se conoce como escritura aljamiada).

Aunque se ha discutido mucho acerca de si la métrica empleada en tales composiciones era acentual (que en principio sería lo lógico, pues las lenguas romances no distinguen entre vocales breves y largas) o cuantitativa, lo cierto es que eso no es lo más relevante. Lo verdaderamente relevante es que para escribir en aljamiado, los árabes debían distinguir forzosamente entre vocales largas y breves, aunque la lengua que escribían, el romance, no las tuviera. La razón es muy simple: En el alfabeto latino empleado en Europa aún hoy en día las se escriben tanto las consonantes como las vocales: a, e, i, o, u. En las lenguas semíticas como el hebreo o el árabe, en cambio, se considera que una vocal no es exactamente una letra, sino el sonido que producirnos al pasar de una letra (consonante) a otra. Por lo tanto, en hebreo (que es una lengua acentual, como el castellano) las vocales no se escriben. Si dicen Malik escriben Mlk. En árabe, que distingue vocales breves y largas, las vocales breves no se escriben. Las largas, en cambio, se consideran semiconsonantes (como nuestra y griega, por ejemplo) y sí tienen grafía propia. De este modo, quien quisiera escribir una vocal en aljamiado debía decidir si era larga o breve y, por tanto, si se escribía o no. Y como en árabe el acento recae sobre la vocal larga, lo que decidiría si se escribe o no determinada vocal es que esa vocal fuese tónica o átona. Y aquí es donde se produce una mágica alquimia entre los ritmos de las lenguas árabe y romance, fijando en una métrica el ritmo del romance que acabaría convirtiéndose en español.

Sin embargo, los arabistas se encuentran aquí con el mismo problema con el que se encontraban los romanistas al analizar la métrica de los primeros poemas conservados en español: no se trata de una métrica regular, como la jaliliana árabe clásica, sino que en las moaxajas se encuentran con metros completamente nuevos. Quizá no sean dos hechos aislados, sino que los juglares aprendieron su técnica versificadora de los poetas musulmanes, que habían logrado sustituir las vocales largas por las tónicas de un modo lógico, inspirándose a un mismo tiempo en la sonoridad de la métrica clásica árabe y la sonoridad de las canciones líricas populares romance en las jarchas. La regularidad, entonces, se convierte en un término difuso, ya que para que veamos que algo es regular necesitamos antes conocer su regla. Naturalmente, la poesía lírica primitiva en español (y mucha de la poesía escrita después en esta lengua, hasta nuestros días) es irregular desde el punto de vista de la métrica de sílabas contadas impuesta por el Mester de Clerecía. De hecho, en su estrofa-manifiesto en la que declara los propósitos de su mester, el autor del Libro de Alexandre dice:

Mester traigo fermoso non es de juglaría
mester es sin pecado, ca es de clerecía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cunctadas, ca es grant maestría.
(Libro de Alexandre, segunda estrofa)

Aunque de ésta estrofa se ha deducido que es precisamente el Mester de Clerecía el que descubre las reglas de la métrica romance, es posible que los juglares ya se rigieran por sus propias normas, inspiradas en las reglas descubiertas por los árabes en las jarchas, que darían lugar a otro tipo de regularidad que la estrictamente isosilábica. Teniendo en cuenta que la regularidad métrica era esencial para la memorización de los poemas, y que un cantar de gesta como el Mio Cid tenía unos 3000 versos, se hace difícil pensar que la fluctuación silábica se deba a una ausencia de reglas métricas, sino más bien que desconocemos la regla que hay tras la irregularidad de los juglares. Y releyendo la estrofa antes citada del Libro de Alexandre a la luz de estas observaciones, parece bastante obvio que el principal mensaje que quiere transmitir es que su regla es distinta de la regla usada por los juglares, que presenta como un mester pecaminoso (¿y qué otra razón podría tener esa regla para ser pecaminosa que venir de mano de musulmanes, o acaso judíos?).

Para entender la génesis de la métrica española (posiblemente la antecesora del resto de métricas en lenguas romance) habría que hacer antes un serio estudio de la relación existente entre métricas y prosodias latina, árabe y también hebrea. Sólo entonces estaremos en condiciones de comprender cómo nació (desde luego, no de la nada) la métrica juglaresca y cómo ésta acabó dando lugar al conteo silábico del Mester de Clerecía.

Continuará en

MÉTRICA ESPAÑOLA (3): SEFARAD

 

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